El pasado sábado se vivía en Jerez de la Frontera una jornada que podríamos catalogar de histórica y memorable. Con gusto exquisito, y con una cuidada 'puesta en escena' por parte, tanto de los hermanos de la corporación, de riguroso chaqué, como del resto de cofrades de las distintas hermandades que acompañaron a los de Capuchinos, la seriedad y compostura marcó el desarrollo de la tarde cofradiera, que se vivió con enorme expectación, a pesar de las escasas gotas que estuvieron a punto de estropear una noche marcada ya en la retina de los cofrades que pudieron contemplar la procesión. Devotos, cofrades, y público en general se agolpaban alrededor del paso del Crucificado durante las cuatro horas y media que tardó en regresar El Cristo de la Defensión a su sede canónica.
Se vivieron momentos emotivos, como la llegada a Santo Domingo, Templo de su primera salida, y en calles angostas como Carpintería Baja o Tornería, amén de los brillantes sones que ofrecía la Banda de las Tres Caídas, degustándose así momentos con sabor añejo, con aroma a cualquier Martes Santo de los últimos cincuenta años.
Se vivieron momentos emotivos, como la llegada a Santo Domingo, Templo de su primera salida, y en calles angostas como Carpintería Baja o Tornería, amén de los brillantes sones que ofrecía la Banda de las Tres Caídas, degustándose así momentos con sabor añejo, con aroma a cualquier Martes Santo de los últimos cincuenta años.
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